martes, 28 de abril de 2009

Me enamoré de Campanita


- Estás loco -, ¿cómo se te ocurre decirme que estás enamorado de un dibujito?
- Bueno, es la verdad. ¿Qué quieres que haga?

Manuel se rascaba la cabeza mientras observaba con ojo crítico a Guillermo. "¿Cuándo se chaló este idiota?", pensó.

- ¿Oye? -, le preguntó sarcásticamente -, ¿y has tenido algún tipo de intimidad con tu hadita?

Guillermo bajó la vista, y con los labios juntos como casi escondiéndolos, afirmó con un suave movimiento de cabeza.

- Sí, dos veces - dijo.
- ¿Y te molestaron las alitas?. ¡Que idiota! ¿Cómo puedo estar hablando esto contigo?
- No creas que no sé lo que piensas de mí, amigo. Pero te juro que es verdad y hay algo más...
- ¿Qué cosa?
- Está aquí. Tras la puerta de salida - miró en dirección a la gruesa puerta de roble -, sentí su aroma.
- ¿Cómo?
- Ese olor dulce que levemente se comienza a apoderar del lugar, ¿no lo sientes?-. Apretó sus puños-. Me estoy comenzando a excitar.

Manuel sintió aquel dulce aroma, a la vez que una cosquilla, similar a la que sintió durante su juventud cuando conoció a Claudia, lo comenzó a invadir.
La puerta de madera se abrió lentamente dejando entrar una luz verde azulada repleta de risas y más aroma dulce y lascivo.
Guillermo rió y corrió en busca de la mujer de frágiles alas que asomaba. Junto a ella, otra.

- Te trajo compañía, Manuel. Viste, te lo dije y tú no me creías.

Manuel se abalanzó jadeante de excitación sobre aquella fragil silueta que le sonreía musicalmente desde el rincón más extraño de su percepción.

Tres minutos más tarde la cápsula espacial se precipitó sobre la Nova G-342 y los dos astronautas tuvieron una dulce y mágica muerte, allá, en los confines de la galaxia.

lunes, 6 de abril de 2009

Trinidad


Ambos se estrellaron aparatosamente en la esquina de Quinta con Tres Norte. Volaron sesos, ojos y vísceras.

                Corrí espantado a recoger los restos de mis amigos.

 

                - Dios mío - pensé -, siempre habíamos sido los tres, los tres compadres, compañeros de juerga y de muchas cosas más. Ahora veía como mi soledad se acercaba innegablemente a quedarse por siempre a mi lado.

 

                Traté de juntar sus trozos. Los trataba de  pegar con la poca saliva que tenía mezclada con mis lágrimas. Los abracé con fuerza mientras la sangre me envolvía con su  metálico aroma hasta que no pude más y caí desmayado por  la congoja e impotencia.

                Cuando llegaron los Otros a recogerme y enviar mi triste soledad a un nuevo sitio, ya no había restos de mis compañeros, ni de la colisión, ni de la sangre.

                Ni de mí.

                Mi cuerpo es otro, mi mente es otra. Todos los recuerdos son muchos, y aun no logro ver claramente de quien es cual.

                Ahora estoy bajo las llaves de  una de las habitaciones para los solitarios. Pero no lo estoy. Hablo y comparto con mi mente triple, hay recuerdos triples, amores triples, odios triples. También un triple deseo de libertad.

                Seis ojos ven más que dos, dicen. Y creo, perdón, creemos; que escapar de aquí será  muy fácil. 

Demasiado fácil.

                

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