sábado, 19 de diciembre de 2009

Deseo




El deseo es fuego, como Aurora Solaria. Son llamas que me convocan por mi real nombre, que no me permiten escapar y, menos, cuestionarme aquella dulce sensación. Es infinitamente poderoso.

Sé que no soy nadie para negarme a la entrega. Sí, porque el deseo es eso: Entrega, la más pura y completa renuncia a uno mismo en la cual perderse, sin arrepentimiento, sin dolor y sin casi saberlo. Dejar de ser, para ser parte de otro. Un inmenso “otro”.

Ella me llama insistentemente. Como sé que ha llamado a otros, como también sé que ella pronto acabará con el último hombre en este hermoso lugar. Como innegablemente sé que me entregaré a la pasión de este desconocido mundo-hembra, que me abraza, que me acaricia. Que me disuelve, lenta, hermosamente; y por siempre.

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